El Duelo

La pérdida de un ser querido

Hace poco más de un año perdí a mi madre, la mujer que me permitió encarnarme en este mundo, una guerrera que amaba la vida y le sentía mucho miedo a la muerte, tal vez también tenía miedo de dejar este mundo y que mis hermanos y yo quedáramos solos.

 

Aquí cobra gran valor el dicho que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” … No nos preparan para ver partir al cielo a los seres que amamos, es válido sentir dolor, tristeza, angustia, rabia, soledad, lo que no es válido es quedarnos aferrados a esas emociones que nos lastiman y entristecen a los que ya no están en el mundo de los vivos.

La vida sigue para nosotros y el mejor homenaje que podemos hacerles a los que se nos adelantaron, es vivir la vida que nos queda. Lo único certero es que a nosotros también nos corresponderá partir a ese reencuentro con ellos y con el creador.

 

Cuando se pierde un ser querido nos damos golpes de pecho, primero porque no aceptamos su partida y segundo porque empezamos a pensar que hubiéramos podido hacer las cosas de mejor manera, empezamos a cuestionarnos sobre todos esos momentos que ya pasaron y que nos hubiese gustado que fuesen diferentes.

 

Muchas personas enfrentan el duelo desde la culpa, la culpa es un sentimiento aprendido, sentimos culpa porque creemos que tenemos la responsabilidad de hacer las cosas muy bien, que todo tiene que ser perfecto, todo el tiempo estamos intentando hacer lo mejor posible para complacer y agradar a los demás.

 

Tenemos la creencia de que para que el otro esté bien, debemos satisfacerlo por completo y cuando se va, ya no lo podemos hacer. Es ahí donde nuestra memoria nos trae y atrae todos los recuerdos de lo que no hicimos o de lo que pensamos o creemos que para el otro pudo ser doloroso, y puede ser que algunos casos sean ciertos, sin embargo, muchas veces son las percepciones o lecturas que cada uno de nosotros hace.

 

Los ángeles me han enseñado que esos seres que desencarnaron y están al otro lado, las personas que partieron nos ven diferente, ellos desde allí ven los errores como parte del aprendizaje, para ellos no existe la culpa, en el otro lado nos escuchan y les podemos decir o expresar todo eso que estamos sintiendo: “mamá, hijo, amigo lamento por sentir que no hice las cosas bien en su momento, me duele que no estés, sin embargo sé que estas disfrutando del amor de Dios”, y lo más lindo es que ellos ven nuestra sensación de dolor, al sentir que no hicimos lo mejor que podíamos y eso para ellos ya es una forma de decirles “Perdóname, me equivoque muchas veces, te lastime, no dije te amo, pero sé que lo sabes”

 

Hay grados de culpabilidad, hay personas que se sienten muy culpables por las cosas que dejaron de hacer, se viven desde el arrepentimiento de las cosas que dijeron o desde el dolor por lo que dejaron de hacer cuando podían.

 

No debemos meter la culpa en la maleta que llevamos todos los días, esa sensación de no ser suficientemente buenos a pesar de lo que hacemos.

No estamos aquí para satisfacer a los demás, vinimos a cumplir en la medida que podamos los propósitos de nuestra alma, todos sabemos que tenemos unos talentos especiales y cuando te conectas con el propósito de tu alma, así no cumplas con el deseo del otro eso te da paz.

También podemos decirle, por ejemplo: “Mamá sé que no soy la persona que esperabas que fuera, pero si vez que estoy contento sé que tú en el cielo también lo estas”

 

Recuerda que el proceso de duelo tiene cinco pasos o fases y cada uno las vive de forma diferentes:

  1. Negación
  2. Rabia
  3. Aislamiento – tristeza
  4. Renegociar
  5. Aceptación

Cada quien tiene la su propia forma de resolver un duelo, si algo se atoro en ti, como dolor, rabia, tristeza la inseguridad, el miedo, es como si se rompiera algo, irlo resolviendo es permitir que esa tristeza se vaya disolviendo.

Aceptar que se tiene una emoción, pero no alimentarla, la culpa es el mejor castigo para evitar cambiar, si sientes culpa no enfrentas, si sientes culpa por haber maltratado a alguien que amabas y que ya no está, por ejemplo, a tu madre, pues repara eso que están sintiendo viviendo en coherencia y actuando desde lo que ese ser esperaría de ti y que se encuentre en sintonía con lo que tu alma debe vivir.

 

Hacer actos positivos por tu vida es la mejor forma de empezar a sanar. Entender que el momento de la muerte lo decide el alma, no lo decidimos nosotros, comprender que el que se fue sigue vivo en el cielo, y ellos están felices y desde allí nos hacen compañía.

 

Cuando hay amor, el amor es como tener una conexión con ellos, fluye esa energía de cariño que tiene la capacidad de traspasar esas dimensiones. Cuando tu perdonas, el dolor se acaba.

 

Así que sabiendo esto, es momento de abrir tu corazón y dejar que el poder sanador del Amor haga su parte, hazlo por ellos y por ti.